Autor: Leandro O. Abdelhadi, Méd. Vet., M.Sc. / Fecha: 25/01/11
Hay una ecuación que en el mundo determina en donde van las vacas y en dónde van los cultivos: la rentabilidad; motivo por el cual si bien la ganadería de punta hoy le compite a cualquier margen bruto agrícola, cuando en la ecuación de rentabilidad contemplamos el capital hacienda, la verdad es que el dinero recibido por peso invertido es menor al que obtendríamos si ese dinero lo ponemos en una rotación agrícola (hay que poner menos plata para obtener el mismo dinero). O sea que además de todo lo que hacemos en una ganadería de punta en cuanto a costos fijos y de producción, hay que poner los animales para que el sistema funcione y eso es lo que afecta la rentabilidad del negocio.
Esta simple realidad que se refleja tanto en el país como en el mundo, ha hecho que la ganadería sea desplazada por la agricultura (quien se fue quedando con las tierras más productivas), y vaya colonizando los peores sectores del campo o zonas en donde la producción agrícola es riesgosa.
Por otro lado si bien la tendencia mundial nos muestra que los suelos dejaron de ser productores de pasto para transformarse en productores de granos y forrajes que terminan siendo carne o leche en un comendero, en países como la Argentina en dónde la producción pastoril es la más difundida, sabemos que hay un gran potencial por expresar produciendo a pasto y los números globales siguen siendo fiel reflejo de ello: con zonas como el NEA en donde aun se produce 1 ternero cada 2 vacas por año o invernadas de menos de 200 kg de carne por hectárea en tierras que valen más de 5000 dólares y en general superan los 60 kg de carne por hectárea de arrendamiento.
Si nos concentramos en resolver la base, todo pasa por incrementar la oferta forrajera introduciendo especies adaptadas o potenciando aquellas existentes, resolviendo así el primer paso: asegurar volumen y calidad de forraje para posteriormente tener más kg de alimento que transformar en carne o leche en pastoreo directo. Para ello, disponemos de forrajeras tropicales con grandes producciones primavero estivales y nulas producciones invernales, o promociones de raigrás con buena producción otoño invernal y nula producción estival, o pasturas de clima templado con picos productivos primaverales y otoñales y caídas en los meses invernales y estivales (Figura 1).
Esta realidad nos muestra que independientemente del tipo de especie forrajera que constituya la base productiva de nuestro planteo, hay algo que no cambia, la estacionalidad en producción.
En sistemas ganaderos de punta, la demanda de alimentos es permanente y creciente, y esa estacionalidad en la oferta de forraje que producen las pasturas o verdeos debe ser amortiguada con el uso de suplementos que aporten volumen, calidad o ambos, y es aquí en donde el SORGO ocupa un lugar muy importante en ambientes marginales como estabilizante del sistema, dada la rusticidad y adaptación del cultivo, y el multipropósito del mismo:
Pastoreo. Lo que buscamos con ellos es resolver la oferta forrajera desde finales de primavera hasta entrado el otoño, justo cuando especies como el raigrás cesan en su producción. Lo más interesante es que encaja perfecto en esta rotación, y nos permite por ejemplo conservar al raigrás, ya que una vez que el mismo ha generado un banco de semillas viable, la siembra directa de sorgo nos permitirá lograr el forraje que buscamos y seguir manteniendo el raigrás. Cuando las lluvias de finales de verano aparezcan, mientras pastoreamos sorgo el raigrás ira apareciendo y con las primeras heladas, el sorgo terminara el ciclo y seguirá solo el raigrás. Así tendremos sorgo para concentrar unas 3,5 vacas paridas/ha en verano o 5 novillitos de invernada, sobrellevando el periodo estival sin afectar las producciones individuales y manteniendo al raigrás como base para sobrellevar los meses de invierno en los que el sorgo no produce.
Diferido. Alternativa que surge cuando aparecen en el mercado los materiales con alto contenido de azucares en tallo, que al igual que la caña de azúcar tienen la particularidad de mantener su calidad en el tiempo. Esto implica que una vez logrado el cultivo (independientemente de la rotación), las heladas lo único que harán será concentrar aun más el nivel de azucares en tallos (incrementando la palatabilidad) y dado que ese tallo representa el 85% del peso seco de la planta (en base seca), tendremos volumen y calidad durante todo el invierno. Por ello constituye un recurso indiscutible para categorías como vaca seca preñada para resolver el invierno hasta llegada la fecha probable de parto. Sobre la base de las experiencias recogidas desde el norte al sur de la pampa húmeda, podemos decir que 1 hectárea de sorgo azucarado diferido resuelve el requerimiento de 5 a 15 vacas preñadas durante 100 días de invierno.
Silaje. Con esta alternativa apuntamos a un suplemento para invernada, y partiendo de híbridos de alta relación grano: planta, podemos ir desde el ensilado de la planta entera, ½ planta, solo panoja o solo grano. En zonas de riesgo hay que usar híbridos con alto tanino (indispensable para evitar que el grano sea depredado por aves), ya que luego al ensilarlo siempre que el nivel de humedad supere 26%, los taninos serán degradados. Así cuando la base es el pasto, desde silajes de planta entera hasta panojas, podremos utilizarlos en autoconsumo y con ello incrementar cargas proporcionalmente al nivel de inclusión en las dietas e incluso mejorar las ganancias de peso (dependiendo de la calidad del silaje). Por otro lado si lo que buscamos es terminación, con un encierre estratégico de la mano de grano húmedo, podremos alcanzar las ganancias de peso necesarias para engrasar y así valorizar los kg producidos a pasto. Sea suplemento al pasto o la base en para un encierre, la clave pasa por procesar el grano a fin de exponer el almidón y con ello permitir su adecuada digestión.
Sin dudas que en donde nos toca hacer ganadería hoy, no hay muchas opciones que complementen tan bien al pasto como el sorgo en sus diferentes usos: pastoreo, diferido, silaje o grano húmedo, por lo cual se ha transformado en un recurso para potenciar la producción en zonas marginales y estabilizar sistemas productivos cada vez más exigentes.