Maíz y sorgo, claves para el agregado de valor en origen

Autor: Julio Menéndez, CADER / Fecha: 25/01/17

Además del aprovechamiento convencional del maíz y del sorgo para la producción de granos forrajera y alimenticia, estos cultivos son cada vez más incorporados en la producción de energía renovable, mediante sistemas integrados de creación de valor agregado regional, con importantes aportes en la mitigación ambiental.

Vale la pena pasar revista a dos empresas que trabajan en este tipo de sistemas integrados, ambas en la provincia de Córdoba: Bioeléctrica,para la producción de biogás, y Las Chilcas,para la producción de bioetanol.

En el caso de Bioeléctrica, localizada en Río Cuarto, el punto de conexión es EPEC y utiliza tecnología de generación de origen alemán (codigestión/cogeneración). La potencia eléctrica instalada es de 1,2 MWe y la térmica, de 1,2 MWt. Su consumo anual promedio de sustratos es de 19.300 toneladas de silo de maíz y genera 2.000 toneladas de desechos. La producción promedio anual garantizada de Bioeléctrica es de 4.380.000 m3 de biogás, que equivale a 8.520 MWhe, 8.520 MWht y 15.000 toneladas de biofertilizante. (Es un párrafo muy técnico que no dice mucho a quien no está en el tema. Quizá sería bueno quitar datos y hacer equivalencias o comparaciones) 

El ingeniero Federico Moyano, quien participa en grupos de trabajo para la medición de las emisiones en el sector agropecuario y forestal, sostiene que una planta de biogás puede reducir emisiones de cuatro modos principales: 1) inyectando energía eléctrica a la red, que desplaza electricidad de origen fósil; 2) reemplazando combustibles fósiles para la producción de energía térmica o eléctrica; 3) reduciendo emisiones de metano proveniente de la descomposición anaeróbica de residuos o efluentes orgánicos, y 4) sustituyendo fertilizantes sintéticos por orgánicos, ya que los primeros producen emisiones de GEI durante su producción y su aplicación, mientras que los orgánicos son producto del proceso de biodigestión y generan menos emisiones en la aplicación.

En este cálculo, Bioeléctrica podría generar una reducción de emisiones de GEI de aproximadamente 5.300 toneladas de dióxido de carbono por año.

Por otro lado, el biogás también tiene potencialidad de uso como combustible de base y vehicular, como demuestran experiencias en la UE y en países vecinos, como Brasil.

En Las Chilcas, un emprendimiento agropecuario familiar del que forma parte el ingeniero Andy Aguilar, en Río Seco, se realizó una estratégica inversión en una minidestilería para generar capacidad industrial. Debido a la evolución del proyecto, ya están “importando” maíz desde campos vecinos. 
En esta empresa entienden que la minidestilería es la llave productiva, básicamente porque permite procesar el cereal y generar energía renovable y de carbono neutro, creando valor agregado en origen y potenciando además la producción de carne con los subproductos de la destilería del alcohol, como la burlanda.
Este producto es altamente beneficioso para la producción animal, ya que aporta gran contenido de proteína y energía, y mejoras en el olor y palatabilidad para el ganado. Debido a su gran porcentaje de agua (70%), de no contar con una destilería de bioetanol de maíz en la zona sería inviable económicamente disponer de burlanda, por los costos de logística.
Además, esta planta promueve un sistema de economía circular que se retroalimenta porque incorpora el maíz al sistema de producción energético. Con la burlanda se producen alimentos y con el estiércol de los animales se está desarrollando una planta de biogás, que alimentaría la caldera de la minidestilería. Como producto del proceso se genera biofertilizante, que se utiliza en la superficie de cultivos.

Esquema del proceso de MINDEST

Las Chilcas apunta así a maximizar la producción con los recursos existentes, diversificando los ingresos y ahorrando costos de comercialización y logística por los traslados del maíz a los puertos.
Complementariamente, existe una importante contribución a la región con la disminución del impacto ambiental, debido a la posibilidad de utilizar los efluentes y residuos para biogás. La construcción, puesta en marcha y operación de estas plantas demanda mano de obra calificada y desarrolla las economías regionales, lo que evita el éxodo de personas del campo a las ciudades.

Esta tecnología representa una innovación para la producción animal y de bioetanol, única en el mundo, donde los animales son parte activa del sistema. Al ser una producción in situ, evita evaporar la vinaza, dado que el animal la ingiere vía bebedero, donde se hidrata y alimenta a la vez. Esto genera un ahorro de aproximadamente un 50% del gasto calórico de la planta con relación a las destilerías convencionales, ya que no requiere evaporación, y alcanza así una alta eficiencia energética.

Asimismo, fomenta la producción de maíz en zonas marginales, como el norte de Córdoba, donde la implantación de gramíneas es fundamental para las rotaciones. Por último, permite disminuir considerablemente la cantidad de camiones en las rutas, con los costos y riesgos para la sociedad que representan. Por cada camión de alcohol, se ahorra el viaje de tres camiones de maíz y tres de burlanda.

En la minidestilería también se observa una mayor eficiencia energética. Por cada unidad de energía consumida se generan 2,6 unidades, frente a 1,6 de las plantas tradicionales. La tecnología está desarrollada 100% en la Argentina y brinda otra posibilidad de integrar la agricultura y la producción agropecuaria a través de la industria, promoviendo inversiones al alcance de medianos productores, asociaciones de pequeños productores, consorcios o cooperativas, que así pueden dar el “salto industrial”.

En síntesis, transformar en origen los granos ahorra emisiones en el transporte y logística del producto así como del combustible fósil al que complementa en la matriz energética térmica y eléctrica.
La codigestión de efluentes y residuos agropecuarios complementada con forrajes potencia la captación de metano en los sistemas agropecuarios y agroindustriales, lo que contribuye no sólo con la mejora de las condiciones locales sino también con los compromisos de reducción de emisiones de GEI que firmó nuestro país.
Finalmente, la promoción de las rotaciones agrícolas con gramíneas contribuye con la salud de los suelos y de los cultivos.