Entrevista a Roberto Domenech, presidente de CEPA

Autor: MAIZAR / Fecha: 04/10/11

“A un funcionario le resulta muy difícil acompañar a un sector que no tiene proyecto”, dijo Roberto Domenech, presidente de la Cámara de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA).

Ya lo decía el Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos, porque esta es la ley primera, y si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera”. Sin utilizar expresamente esa metáfora, Roberto Domenech, presidente de CEPA, hizo alusión a ella al explicar los secretos del éxito de la industria avícola. Se trata de un sector que de 2003 a 2010, logró aumentar la producción de carne de pollo en más de un 120%. Al mismo tiempo consiguió incrementar el consumo de carne aviar por habitante (9 kilos más en los últimos tres años) y acceder a 60 mercados del exterior.
Todos estos logros no hubieran sido posibles si no se hubiera consolidado un plan tranqueras adentro. Así lo entiende Domenech: “A un funcionario le resulta muy difícil acompañar a un sector que no tiene un proyecto”. Esa fue una de las enseñanzas que le dejó su experiencia como subsecretario de Agricultura durante todo el 2002, hasta mayo de 2003.
Por ese cargo Domenech se reunía periódicamente con representantes de distintas agroindustrias a los que le preguntaba cómo se veían en dos, cinco o diez años. Sin embargo no conseguía respuestas: “Era un bloqueo total”, aseguró, durante esta entrevista. “No había forma de ayudar a muchos sectores. Estaban muy confundidos y ni siquiera podían decir qué necesitaban”, agregó.
Como consecuencia, cuando dejó la subsecretaría y volvió a CEPA hizo hincapié en la necesidad de armar un plan estratégico. “Entonces decidimos que íbamos a crecer a un 10% anual y que el 6% de eso lo venderíamos al exterior”. Les fue más que bien, porque crecieron todavía más de lo planeado: más de 120%, entre 2003 y 2010.
Para alcanzar la meta, sabían que deberían ampliar su potencial de producción. Como contaban con una capacidad ociosa cercana al 25% que los habilitaba a crecer sin la necesidad de construir más galpones, no les fue necesario ampliar la estructura enseguida. Pero sabían que a los dos años, debían comenzar a sumar 150 galpones cada doce meses. Fue así como llegaron a 2010 con 600 galpones más. El 30% construido por las mismas empresas procesadoras. “El resto son granjas integradas. Cobran por la guarda y el cuidado de los pollos”, explicó Domenech.
“Hoy una granja rentable tiene un piso de tres galpones, de 300 mil dólares aproximadamente. Deja un renta del 15% en dólares. Pero también se puede arrancar con menos escala, a partir de los 60 mil dólares”, comentó Domenech. Esto, con un equipamiento totalmente automático.
Con viento a favor
Había muchos factores que contribuyeron al despegue. En primer lugar, dada la crisis que sufrió la avicultura durante la década de los 90, los distintos integrantes de la producción avícola comenzaron a construir lazos que les permitieron ir forjando un plan.
La devaluación significó un gran salto. La Argentina pudo salir de la situación de desventaja frente a Brasil, el principal exportador mundial de pollos, que durante la década del 90 gozo de un cambio favorable: un dólar equivalía a 5 reales, mientras que en la Argentina regía el uno a uno. 
Además, a fines de 2004, Tailandia, el segundo exportador vivió una desgracia. Allí se propagó la epidemia de la influenza aviar. En ese momento ellos representaban el 20% del comercio de pollos mundial. Todo el mundo recurrió all principal exportador que era Brasil. De ahí viajaban a la Argentina. Lo que tuvieras, te lo compraban. Esto aceleró más todavía el crecimiento”, recordó Domenech.
Otro de los factores que acompañaron en el consenso de un plan fue la concentración de la industria: “38 empresas producen el 93% de la carne de pollo en el país, y todas integran CEPA”, señaló Domenech, y agregó: “Eso permite que todas participen de cada reunión mensual y que la cámara funcione casi como en estado de asamblea”. Sin embargo, tenemos un solo vocero –que  en el caso de CEPA es él– y un solo discurso, a partir de lo que se discute puertas adentro. “Esos son los pilares”, dijo.
“Tenemos mucha información. La procesamos y la redistribuimos entre los mismos socios. La cámara tiene que anticiparse a los hechos. Vamos siguiendo mes a mes cómo funciona el mercado”, comentó Domenech.
Otro de los factores que determinaron el éxito fue la importante campaña de comunicación que se puso en marcha desde CEPA: mostraron a los medios cómo era la industria avícola por adentro. Llevaron a periodistas a sus granjas, mostraron datos. Lo mismo hicieron con los políticos, desde finales de los 90.
“Otro de los aciertos fue no perder de vista que el país estaba incendiado: Siempre privilegiamos nuestro proyecto. Por eso nos sentamos a negociar”, contó y agregó: “En el campo tenés un problema o les das de comer a los pollos o se comen entre ellos. Pero cada vez que se fueron dando un problemas. Supimos encontrar la puerta correcta. Mantuvimos un precio, con un compromiso de precio”, señaló Domenech.
Así fue como llegaron a acordar la política de compensaciones con el Gobierno. Había que mantener un precio interno pero al mismo tiempo los costos aumentaban. Por eso fue que llegaron a consensuar esa política. “Hoy creemos que había que haber salido antes de las compensaciones”, opinó.
El último gran impulsor fue el aumento de la carne vacuna, que hizo que el público argentino comenzara a consumir carnes sustitutas, como la de pollo. Eso llevó a que anualmente aumentara en tres kilos per cápita el consumo de carne de pollo, en los últimos tres años.
Pensar a largo plazo
Los logros están a la vista. Sin embargo, CEPA ya tiene delineado el plan estratégico 2020. Planea crecer un 79% para ese año. En ese porcentaje se incrementaría tanto la cantidad de cabezas como la faena. Esta última llegaría a superar las tres millones de toneladas.
Para alcanzar esas cifras la inversión total requerida será de 167 millones de dólares.  Además se deberá aumentar el consumo de maíz. La avicultura necesitará unos 7 millones de toneladas anuales, para garantizar la producción prevista para ese año. Mientras que el año pasado, el consumo fue de 4,8 millones. También se deberá incrementar la cantidad de criaderos y contratar mano de obra calificada.
“Necesitamos una política crediticia para nuestro proyecto”, anticipó Domenech. Además, hizo hincapié en la “apertura de los mercados”. “Ya conseguimos que la avicultura estuviera en la cabeza de todos los funcionarios, ahora necesitamos que esté en sus negociaciones”.
La apuesta de CEPA es llegar a 100 mercados en 2020. “Debemos empezar a trabajar en productos diferenciados para el mercado internacional, es decir, pollos más chicos que no superen el kilo”, anticipó Domenech.
La experiencia de CEPA es un ejemplo que la cadena de valor de maíz debería copiar en su conjunto. Demuestra que la estrategia y el trabajo mancomunado pueden hacer frente a las más grandes amenazas y atenuar las debilidades estructurales, potenciando fortalezas y oportunidades.