Gacetilla de Prensa: panel “Greening de la política comercial y nuevas barreras: neutralidad en carbono para posicionar los productos argentinos”

Autor: MAIZAR / Fecha: 30/06/20

El greening como oportunidad para

posicionarnos en el comercio internacional

Los desafíos en el abastecimiento de alimentos en relación con las demandas internacionales que existen y vienen creciendo fue el tema del panel “Greening de la política comercial y nuevas barreras: neutralidad en carbono para posicionar los productos argentinos” en el Congreso Maizar 4.0, del que participaron Crispin Conroy, del International Chamber of Commerce; Manuel Otero, del IICA; Nelson Illescas, de la Fundación INAI, y Ernesto Viglizzo, del INTA moderados por Gustavo Idígoras, de CIARA-CEC.

“Soy consciente de la fuerza y diversidad del sector agrícola argentino y de la importancia, especialmente los para los grandes y eficientes productores agrícolas como Australia y la Argentina, del libre comercio y los mercados abiertos. Y, en este contexto, la Organización Mundial del Comercio tiene un papel muy importante que desempeñar”, dijo Crispin Conroy, australiano, director y observador permanente ante las Naciones Unidas de la International Chamber of Commerce (ICC), representante institucional de más de 45 millones de empresas, en más de 90 países de todo el mundo. Esta entidad fue creada en 1919, después de la Primera Guerra Mundial, mientras los gobiernos se reunían en París para discutir cómo reconstruir después de la guerra y promover la paz.

El especialista dijo que en el contexto de la actual crisis del COVID-19, la ICC ha planteado preocupaciones en el seno de la OMC sobre las medidas comerciales restrictivas adoptadas por muchos países, en particular en lo que respecta a los productos médicos de emergencia y los productos alimenticios.

Más allá de los desafíos por la pandemia, Conroy dijo que los debates en el seno de la OMC sobre comercio y medio ambiente o sostenibilidad son limitados. Sin embargo, varios países y partes interesadas externas creen que la OMC debe integrar la sostenibilidad -y las cuestiones de desarrollo- en su programa de trabajo. “Existe un reconocimiento cada vez mayor de que las cuestiones comerciales no pueden tratarse de forma aislada y que el sistema de comercio internacional no puede seguir funcionando dentro de una burbuja como si estas cuestiones no existieran”.

“Las cuestiones relacionadas con el comercio y el medio ambiente, y el comercio y la sostenibilidad, van a ser cada vez más importantes a medida que nuestras economías respondan a la crisis actual y, a continuación, avancen hacia la recuperación y la reconstrucción. Sea cual sea la forma que adopte la recuperación y la reconstrucción, la ICC cree que es importante que todas las partes interesadas, incluidos los negocios, participen”.

Manuel Otero, director general del IICA, dijo que “la agricultura es clave para lograr los objetivos del desarrollo sostenible (ODS)”. “América Latina y el Caribe (ALC) es la región más exportadora de agroalimentos del mundo, con 250.000 millones de dólares en 2018, el 13,6% del total. Lideramos en frutas tropicales, café, raíces, tubérculos, oleaginosas, cereales y proteínas animales, entre otros”. Algunos países son líderes mundiales en la exportación de algunos rubros, como Chile con uvas y arándanos o Perú con espárragos. En cuanto a los destinos, el principal son los mercados asiáticos, que absorben el 36%, luego Estados Unidos y Canadá, después la UE, y en cuarto lugar aparecen los propios países del ALC. “El COVID está haciendo que se trate de fomentar el comercio intrarregional. Tenemos todo para ser garantes de la seguridad alimentaria”.

“El COVID-19 trajo una brusca caída de la actividad, pero la agricultura, que era el villano de la película, hoy está llamada a jugar un papel fundamental: casi 40% de los hogares más pobres experimentó hambre, y puede haber 30 millones más de pobres”.

Otero se centró en “el rol del comercio, que tracciona la seguridad alimentaria y va a definir las reglas de la seguridad ambiental; cada vez va a tener más fuerza, tiene que hacer una contribución sustantiva”. En esta línea, señaló que el greening del comercio internacional puede ser visto como una oportunidad. “En vez de correr atrás de los acontecimientos, tenemos potencialidad de usarlo como diferenciador estratégico para la agricultura de la región, aceptar las reglas de juego y tener actitud proactiva”.

Respecto de la política comercial internacional, indicó que, “de los acuerdos vigentes en ALC, 15 tienen disposiciones ambientales”. Y recordó que existe una enorme diversidad de estándares privados, más de 190 en las exportaciones de la Argentina a la UE.

Como ejemplo de que el greening puede aprovecharse, contó los ejemplos de Costa Rica, que hizo la certificación NAMA para el café sostenible ambientalmente, que obtiene un precio diferenciado en el mercado internacional; y de Brasil, que por una iniciativa de EMBRAPA está posicionando la ganadería en la región con la certificación Brazilian Beef y Carbono Neutral, mientras en la Argentina está creciendo la iniciativa de Carbono Neutro.

Para Otero, el comercio juega un rol central para que la agricultura del ALC sea protagonista en el aseguramiento de los ODS. Para ello, es indispensable no volver atrás sino impulsar mayor apertura comercial e integración regional; aprovechar la sostenibilidad de la agricultura de la región como ventaja comparativa para utilizar el greening como posicionamiento; y articular más lo público-privado para trabajar desde el diseño hasta la implementación de la política comercial.

Nelson Illescas, director del INAI, dependiente de las bolsas de cereales, dijo que “los estándares privados surgen en las últimas dos décadas”, y si bien dan acceso a mercados, implican mayores costos de producción, porque requieren adaptaciones de la industria y la certificación; “se precisan por posicionamiento reputacional en el mercado”.

En 2015 se firmaron los ODS, y el Acuerdo de París se refiere a los mercados de carbono. “Dado que la UE es uno de los mercados más importantes para la región y la Argentina, es importante adaptarse”, dijo Illescas. Pero “son pocos los estándares que organizan los países productores”. En ese sentido, se refirió al Programa Argentino de Carbono Neutro, para alimentos, bebidas y bioenergía, que las bolsas de cereales lanzaron en noviembre de 2019. Hoy están construyendo el estado de situación actual. Ya se conformó la mesa de oleaginosas, la de maíz está a punto de hacerlo, y luego carnes y trigo. “Son tres cuartas partes de las exportaciones agroindustriales”, dijo, y aclaró que todas las empresas privadas pueden participar en las mesas que se están conformando. Esto es una realidad que no solo debe ser vista como condición de venta al exterior sino como una condición de producción”.

El Programa Argentino de Carbono Neutro será para alimentos, bebidas y bioenergías de exportación, y el objetivo es generar un mercado de bonos ambientales para financiar inversiones y generar activos transables. Para obtener el sello, se contratará a certificadoras que auditen, y habrá diferentes opciones de certificación. “El certificado de carbono neutro con el sello nos va a permitir mostrar el certificado de sostenible”.

Ernesto Viglizzo dijo que “hoy hay una pulseada por reducir las emisiones de carbono entre los países que más y que menos emiten, basada en la necesidad de minimizar el impacto del carbono en la atmósfera sobre el clima global. Reducir el carbono emitido tiene una implicancia adicional para países como la Argentina, ya que la carga de carbono de sus productos puede ser causa del levantamiento de barreras comerciales”.

Explicó que, en la actualidad, la huella de carbono es la noción que tiende a imponerse en el mercado internacional de alimentos. “Su cálculo está basado excluyentemente en las emisiones. Mide la cantidad de carbono emitido por unidad de producto comercializado. Es una cifra que se puede utilizar para habilitar mercados o para levantar barreras comerciales a esos productos, pero esta visión ignora la cantidad de carbono que puede ser secuestrada en la biomasa y en el suelo de nuestros sistemas de producción”.

La deforestación, la quema de vegetación, el ganado, los cultivos y otras actividades agropecuarias como el uso de fertilizantes o plaguicidas, todas generan emisiones que se miden y se cargan en el cálculo del balance de carbono. En cambio, el secuestro de carbono es la capacidad que tiene la biomasa para secuestrar la masa de carbono que está presente en la atmósfera. Las principales fuentes pueden ser una plantación forestal, un bosque nativo y también los pastizales y pasturas. Entonces se genera un balance entre lo que se emite y secuestra, y ese es el balance de carbono.

Para Viglizzo, “la noción de balance de carbono es más conveniente para los negocios del país, ya que contempla tanto las emisiones como el secuestro de carbono en el sistema integral de producción y no en un producto comercializable específico. Una estrategia inteligente para la Argentina es tratar de balancear la huella de carbono con el balance de carbono. Nuestra visión con la visión del Hemisferio Norte”.