Robin Guyer. La Industria del Etanol en Estados Unidos: Una historia de esfuerzos mancomunados.

Autor: MAIZAR / Fecha: 08/05/06

Invitado por MAIZAR para transmitir una experiencia modelo, llegó a la Argentina Robin Guyer, directivo de Lincolnland Agri-Energy, una compañía establecida en Palestine, Illinois, que produce etanol a través del proceso de molienda seca de maíz.

Robin Guyer. La Industria del Etanol en Estados Unidos: Una historia de esfuerzos mancomunados.

Invitado por MAIZAR para transmitir una experiencia modelo, llegó a la Argentina Robin Guyer, directivo de Lincolnland Agri-Energy, una compañía establecida en Palestine, Illinois, que produce etanol a través del proceso de molienda seca de maíz.

Guyer fue uno de los oradores del VIII Congreso Nacional de Maíz, organizado por AIANBA entre el 16 y el 18 de noviembre en la Bolsa de Comercio de Rosario, y nos detalla los entretelones de la industria del etanol en los Estados Unidos.
Su relato es un ejemplo de los logros que puede alcanzar un grupo de productores medianos, que decide enfrentar el problema de la extinción de su propia comunidad rural, abandonada por la juventud que encuentra en las ciudades mejores oportunidades, y así descubre que tiene en sus manos un yacimiento de energía que puede explotar. ¿El secreto del éxito? En primer lugar, consiste en convertir los sueños en realidades. La historia de Guyer se asienta en una sólida base, un estudio de factibilidad que avaló la rentabilidad de un proyecto de desarrollo industrial, que hoy se ha cumplido con creces. Luego, como se sabe, las buenas historias demandan dedicación. Cabe elogiar la capacidad del grupo para mirar hacia el porvenir, su excelente coordinación, el esfuerzo conjunto y el deseo de integración expresado y puesto en marcha por los distintos sectores, hasta que logran fundar una empresa exitosa y útil para la comunidad.


- ¿Cómo reunieron los fondos necesarios para llevar a cabo el proyecto?
R.G.:
La inversión fue de 58 millones de dólares. Sabíamos que el banco nos iba a financiar el 60% de esa suma, y lo que teníamos que hacer era juntar 24 millones. Pero nuestro propósito fue tratar de involucrar en el proyecto a la mayor cantidad de productores, por este motivo se estableció una cuota mínima muy baja para participar, con un valor de 7.500 dólares, suma que cualquiera podía pagar o conseguir como crédito. Al colocar nuestro maíz en la planta de etanol podíamos agregarle valor a nuestra producción. Con este plan y esta simple historia salimos a convencer a otros productores para que invirtieran y así poder cubrir los 24 millones que faltaban.
Poco a poco nuestro grupo creció a más de 450 inversores. Algunos invirtieron el mínimo de 7500 dólares, varios oscilaron entre esa suma y 100.000 dólares, y además encontramos cinco inversores grandes que pusieron 250.000 cada uno. En dos meses juntamos 16 millones y afortunadamente surgió un inversor que puso los 8 millones restantes.
Logramos lo que parecía imposible en alrededor de dos años, desde cero hasta la realización del proyecto, luego un año y medio para conseguir la financiación, y el mismo lapso para la construcción de la planta.
Hemos generado nuevos puestos de trabajo en nuestra comunidad, le agregamos valor a nuestro maíz, a los productores y la comunidad. Hoy ya estamos pensando nuestro segundo proyecto. Tan pronto como se pueda veremos qué más podemos hacer.


- ¿Los estudios de factibilidad que ustedes realizaron, les garantizaban el repago del capital en un plazo razonable?
R.G.:
Esta es la parte más interesante de todas, porque en realidad nos fue muy bien. Estimábamos recuperar lo invertido en 9 años, pero en solo 16 meses que llevamos fabricando etanol, ya devolvimos al banco 25 millones e invertimos otro millón y medio para elevar nuestra capacidad de almacenaje a 20.000 toneladas de maíz, que alcanzan aproximadamente para 15 días de producción. No se necesita mucho más. En nuestra región, los productores manejamos extensiones pequeñas, por lo general con capacidad propia para almacenar toda la cosecha.
La producción de etanol se disparó a partir de que la Clean Air Act, cuando se descubrió que el MTBE era cancerígeno y no biodegradable, por lo que su residuo quedaba alojado en las napas por más de 500 años. La prohibición del uso de MTBE generó que se incremente la demanda de etanol como aditivo oxigenante de las naftas, y ahora atravesamos un período de transición.

- ¿Recibieron alguna clase de ayuda por parte del Gobierno?
R.G.:
El etanol esta exento de impuestos sobre los combustibles, pero ese no es un beneficio directo para nosotros sino a para las compañías petroleras. Hoy el Gobierno no ofrece incentivos impositivos, dado que el interés por construir más plantas ya está difundido, y va más allá de las ayudas económicas. En Estados Unidos, la industria de etanol ya es un negocio en sí mismo. Pero tenemos un permanente contacto de ida y vuelta con los funcionarios públicos, todos me llaman por mi nombre de pila, y conjuntamente acordamos los pasos a seguir.

- ¿Cuáles son los beneficios que determinaron el impulso que brindó EE.UU. al desarrollo de la industria de etanol?
R.G.:
A fines de los años 70', con la crisis del petróleo y filas de autos esperando en las estaciones de servicio, pensamos que una industria de etanol podría funcionar. Por otra parte, hace tiempo que en los EE.UU. tomamos conciencia de la vital importancia que tiene el uso de combustibles renovables y amigables con el medio ambiente. Pero básicamente las principales causas que originaron este desarrollo son: aire limpio, menor dependencia del petróleo extranjero y la evolución de las economías agropecuarias regionales.

- Acerca del desarrollo del emprendimiento, parecería que la historia de las asociaciones de pequeños productores para montar una empresa reproduce el empeño y espíritu fundacional de EE.UU. ¿Es así?
R.G.:
El proyecto se origina cuando con un grupo de inversores, mayormente productores agropecuarios de la región, comenzamos a interesarnos en el tema y luego de varios años de encuentros y cientos de horas voluntarias investigando y discutiendo el proyecto, decidimos llevarlo adelante.
En la década del 70, nosotros ya habíamos advertido que las industrias que transforman el maíz en proteínas animales iniciaban un cambio. Los márgenes eran ajustados y, poco a poco, se trasladaron a zonas fuera del límite del cinturón maicero, regiones donde la tierra es más barata y el maíz se importa desde el medio oeste vía tren.
Uno de los principales cambios que advertimos, fue la disminución y, en algunos casos la desaparición de las comunidades rurales. Nuestra gente joven y mejor capacitada, se traslada a las ciudades, donde les ofrecen posibilidades de éxito. La típica familia de productores agropecuarios no se parece mucho ahora a la que era hace unos pocos años atrás, ha dejado de ser una forma de vida para transformarse en un complejo negocio.
Aquellos que nos quedamos, comenzamos en pensar en distintas alternativas para evitar la fuga de cerebros y al mismo tiempo, sentíamos y sabíamos que debíamos hacer algo para mantener la rentabilidad de los productores medianos.
Para enfrentar esta situación, y con el objetivo de discutirla y analizarla, en Crawford County, Illinois, un pequeño grupo de productores, gente de negocios y representantes del sector público, comenzamos a reunirnos mensualmente.

- Una verdadera integración comunitaria.
R.G.:
En efecto. Recuerdo que la primer frase que surgió fue "agregado de valor". Mi padre y mi abuelo agregaban valor a su producción de maíz dándosela a los pollos, al ganado o a los cerdos. Pero nosotros necesitábamos algo diferente.
Lo primero que hicimos fue crear una sociedad sin fines de lucro, Crawford County, Asociación de Desarrollo Agrícola. Con una cuota de inscripción de 500 dólares y luego U$S 100 al año, en 2 años ya había más de 500 miembros.
Un contratista especializado en plantas de etanol nos invitó a Minessota a visitar un par de plantas. En poco tiempo aprendimos mucho sobre etanol. Teníamos el antecedente de que hace 20 años se habían construido algunas plantas y no habían tenido éxito. Sin embargo, ante la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que generan cada vez más los automóviles, la industria volvía a verse promisoria.
De este modo comenzamos a pensar que, aunque pareciera imposible, este era el proyecto que necesitábamos. Nos contactamos con el sector público local, estatal, federal en busca de alternativas. Tratamos de reunir a otros productores dispuestos a invertir en nuestra Asociación de Desarrollo Agrícola.
Para comenzar, con los estudios de prefactibilidad del proyecto, conseguimos 1.200.000 dólares, provenientes de distintos fondos, que se destinaron a consultar a expertos. Necesitábamos saber si estaban de acuerdo con la construcción de una planta en nuestra comunidad y si acaso podía ser rentable.
Los bancos se pusieron de nuestro lado cuando los expertos dictaron su veredicto de acuerdo a lo que nosotros creíamos. Entonces fundamos Lincolnland Agri-Energy Cooperative. Todos teníamos la sensación de que, tarde o temprano, alguna gran compañía se instalaría en la región, y que a partir de allí las ganancias se irían a otra parte. Así decidimos agruparnos y crear esta cooperativa.
Para instalar la planta adquirimos una superficie de unas 80 hectáreas, con el objetivo de desarrollar en el futuro un parque industrial. Por ejemplo, ahora planeamos montar una planta para producir aceite de maíz a partir del germen.
La planta comenzó a operar el 12 de julio de 2004 y anualmente produce 40 millones de galones de etanol y 128 mil toneladas de DDGS -Dried Distillers Grains with Solubles-, residuo que se vende como alimento para ganado. Esto equivale a una producción de unos 500.000 litros diarios, que provienen de sembrar unas 80.000 hectáreas de maíz.

- La historia de su agrupación revela que a ustedes no solamente les ha ido muy bien, sino que además están seguros que la producción de etanol tiene un gran futuro.
R.G.:
Sin duda. Las leyes para evitar la contaminación ambiental son muy estrictas. La Clean Air Act -ley de aire limpio- ha establecido ciertos límites para la emisión de toneladas de gases de efecto invernadero. Está establecido que para el año 2012, todos los combustibles fósiles deberán ser cortados con etanol al 10%, o sea, que el consumo actual, que oscila entre los 4 y los 5 millones de galones anuales, debería aumentarse para esa fecha a 12 billones de galones. Y todavía no se construyeron suficientes plantas para cumplir estas reglamentaciones. Ya se han construido 75 plantas en los EEUU, y hay otras 20 que están en construcción.